martes, 6 de diciembre de 2011

Etapa Nike 2006 - VLA



Corría el 2006 y un virus malévolo hizo puerto en la zona del valle medio. Sin demasiados obstáculos, y como muestra de su terrible poder, conquistó varios cuerpos, la mayoría de ellos menores de edad.

Era una tarde de Invierno y mis defensas dormían la siesta, ni siquiera el guardia de turno estaba despierto. Cuando de desvelaron ya era tarde, el germen había tomado el mando y a las risas propagaba sus tropas por toda mi humanidad.

Lunes 14 de Agosto. Los 39 grados de fiebre me asustaron un poco. Martes 15 de Agosto. Los granitos que florecían en la panza, y luego se expandían por todo el cuerpo, me asustaron un poco más. Varicela dijo el Doc. 7 días de contagio, y 7 días para recuperar un poco la estética. Los 7 días de picazón y desesperación pasaron en una semana. Los 7 días restantes todavía duran. Lo cierto es que ya estaba inscripto en la 2da Etapa del Circuito Nike 06 en Villa la Angostura. En carácter de acompañante viajé junto a la barra de siempre. La idea era retirar la remera y guardarla de recuerdo como la carrera que no corrí. El Domingo 27 de Agosto amaneció con Sol. Sin nubes. Sin viento. El día me invitó a participar. Una lástima, no podía cometer semejante locura !!!

12 del mediodía y ahí me tenes, todo brotado conquistando el Bayo. Pero que porfiado es este pibe, diría mi vieja. Los 24 km. del recorrido son bastante duros. Bastante elevado a la quinta fue para mí. Con las piernas, sin entender porque se movían tanto, y mi cuerpo extrañando la cama, incursioné por los maravillosos senderos, por los arroyos helados, por Fonseca ... Otra vez Fonseca !!! Subidas duras si las hay. Pasando del barro al blanco, nos metimos en la nieve. Seguimos subiendo. Los compañeros casuales entretenían el camino. Mientras la Villa se achicaba, y las energías escaseaban, la procesión seguía ascendiendo. Faltaban las velas !!!

Los inolvidables paisajes seguían desfilando. Escuchar voces arriba no era para nada alentador. Escucharlas abajo me calmaba los nervios. Pronto llegamos al punto de inflexión. Y a bajar. Sobre un tobogán de nieve varios puntos verdes se deslizaban como piña. Entre risas y suspiros bajamos con la dirección cortada. Gente grande revolcándose en la nieve. Cuánta ternura !!! ... Por fin abajo encaramos por suelo firme para completar los últimos 10 km. Mientras la Villa se agrandaba, y las energías escaseaban aún más, el trote se hacía mas y mas lento. Un poco de calle, otro de sendero. Últimos 500 metros.

Bandera a cuadros. Qué locura !!! ... Acá estoy, cruzando la meta, borracho de alegría, haciendo caso a la cita que reza : "Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad" . . . Hoy, bastante lejos del 2006, y con las huellas de aquel virus que saltearon la metamorfosis y todavía me acompañan, me siento contento por haber decidido cometer esa locura, y participar de esta inolvidable experiencia. Ahora, cada vez que abra el ropero, y vea la remera verde, voy a recordar la inolvidable carrera que casi no corrí ! ! !



viernes, 26 de agosto de 2011

Green Cup - 2006

Luego del Tetra de la Manzana nos fuimos para la cordillera, y aunque la prueba se llamaba Green Cup corrimos todos con remeras azules !!!


Domingo 9 de Abril. San Martín de los Andes. 13:30 del mediodía. Sin viento. Sin nubes. 25 grados. Ideal para estar panza arriba disfrutando de la paz que inspira semejante paisaje. TREMENDA COINCIDENCIA. Panza arriba estaba. Con la pierna derecha haciéndole aire a la izquierda que sufría el calambre madre de todos los calambres. Quizás una banana me de un mano, pensé. Pero llegando a la cima de Corfone escasean las verdulerías. Con movilidad cero, solo me quedaba llenar los pulmones de aire puro y los ojos de vida, hasta que el calambre se aburra y deje, por fin, mi pierna izquierda en libertad.

Todo comenzó a las 6:30 de la mañana cuando madrugué al despertador. Me levanté para ir al baño y nunca mas pude pegar un ojo. Aproveché para bañarme y disfrazarme de ciclista. Puse a Sabina. Media hora mas tarde ya estaban todos arriba. Ricardito, Sebastián, Andrés y yo queríamos conocer a ese tal Corfone de una vez por todas. Las bicis estaban lista de la noche anterior. Desayunamos bien firme, y nos fuimos rodando para el parque cerrado. Llegamos al predio del Ejercito. Nos dejaron pasar a pesar del pelo largo. Dejamos las bicis, el casco, el camel y nos fuimos a saludar. Mas tarde calentamos un poco. Mas tarde largamos.

7 km y medio de treking eran el aperitivo. Pensando en el plato fuerte, largué tranquilo. El sendero impredecible que atravesaba el bosque se pintó de azul. El Sol había quedado afuera. El sonido del agua, bajando de la montaña, delataba a los arroyos que escondían, tímidamente, su belleza detrás de los frondosos árboles. Los que van lentos pueden llegar a descubrirlo. Yo los descubrí. Mientras tanto, la caravana seguía a paso redoblado con un solo pensamiento en la cabeza: La durísima etapa de mountain que ya se estaba relamiendo.

Pasé por debajo del arco y me fui buscando el 228. Me puse el casco. El camel. Tomé la bici de los pelos y salí trotando del parque cerrado. Los aplausos mezclados con adrenalina aceleraron mi pedaleada. Parecía Galindez. A los 500 metros volví a ser yo. La primera subida no tardó en aparecer. Sin bajarnos de la bici la trepamos a 5 km por hora. Algunos desubicados pasaban a 10 km por hora. No tener una moto. A esta subida le siguieron algunas mas. Y a las algunas mas, le siguieron muchas mas. En cada una de ellas fui dejando fuerzas. Fui dejando piernas. Estaba gastando energía mas de la cuenta. Pero sin pedalear, lamentablemente la bici no avanza. A duras penas sorteé la primer etapa de subidas. El camino nos dio un respiro para recuperarnos. Me recuperé a medias. Me terminé el agua.

La montaña cambiaba de color, y de humor. Corfone nos esperaba. A subir otra vez. El aire que había recuperado lo gasté en el primer kilómetro. Quedaban varios mas. La última gota que tenía mi cuerpo rodó por la nariz, esquivo el manubrio, y se estrello contra la cubierta que avanzaba a desgano. El radiador, enfurecido empezó a humear. Por la cabeza ya no circulaba sangre. Estaba al borde de dejar la bici y seguir en ambulancia. Hice un parate obligado. Le pedí agua a todos los que pasaban. Todos me dieron. Saqué una barrita de cereal. Desapareció en el acto. Esta chica es muy parecida a Yanina !!! Era Yanina. Me convidó Gatorade. Recuperando el ánimo, y el color, volví al asiento de la bici.

Gastando energía a cuenta, seguí pedaleando. Otra vez a 5 km por hora. De pronto la pierna izquierda dijo basta. Se olvidó de pedalear y me mandó al piso. El calambre me dejó panza arriba. Los demás competidores pasaban a paso lento con el objetivo de hacer cumbre de una vez. Para mi ese objetivo había pasado a segundo plano. Primero tenia que recuperar mi pierna izquierda. - Calambre ??? - Si calambre. - Tranquilo, tranquilo, se pasa solo. Intenté pararme varias veces en vano. Se que el tiempo cura heridas del corazón, imagino que también debe hacer lo propio con los calambres. Sin embargo el tiempo pasaba, el calambre no. De pronto la suerte vestida de perro golpeó la puerta. El "perro". Un amigo de aventuras. - Qué haces tirado ??? Estás bien ??? - Calambre perro, calambre. - Querés una banana ? - BANANA dijiste. Dios existe !!! Sacó de su camel el preciado plátano, y en menos de lo que canta un gallo, mi aparato digestivo lo desintegró. - Gracias perro, te debo una ...

Después de 5 minutos logré caminar con la bici al lado. Las subidas seguían desfilando. Ascensor !!! Ascensor !!! ... Alguien vio el Ascensor !!! ... El olor a bajada se sentía cada vez mas fuerte, pero no aparecía. Intenté pedalear. La pierna izquierda me llamó la atención. Seguí caminando como quien saca a pasear la bici. Caminé, caminé y caminé para arriba. Soñaba encontrar la bajada al final de cada curva. Al final de cada curva encontraba subida. Si sigo así toco el cielo con la cabeza. Los metros iban quedando atrás. Y mientras tarareaba un tema de Sabina para matar el tiempo, apareció. Si. Por fin. Monte la bici de un salto. Clave la bandera en el corazón de Corfone. San Pedro me dio un aventón. Apreté cachete. Y a bajar.

Y desafiando al oleaje, sin timón ni timonel, por mis sueños va, ligero de equipaje, sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje. Un concierto de verdes se dibujaba a ambos lados, sólo desentonado en algunos tramos por el amarillo Otoño que se está mudando, mientras mi bici y yo bajábamos como piña. La calle se hacía angosta cuando pasaba los 50 km por hora. Tenia que recuperar algo de tiempo perdido, así que perdiendo el miedo gané en velocidad. Con el corazón en la boca y al borde de la colisión iba pasando gente un poco mas precavida que yo. Esta chica es muy parecida a Yanina. Creo que era Yanina. La calle se hizo sendero. Los sustos se duplicaron. El corazón ya lo llevaba en el mano. Con el azar de mi lado sorteé algunos árboles que imagino bien duros como para darles con la cabeza. Llegué al Ejercito. Antes de entrar al parque cerrado lo encontré al perro. Se acuerdan ??? El que me suministró el plátano. Entramos juntos.

Dejé la bici. Y me tiré a la gramilla cómo si fuera arena. Mientras descansaba y charlaba con el vecino, el corazón volvía lentamente a su lugar. Tomé agua. Mucha agua. Saludé a Vanesa, y sin mas excusas para quedarme en el parque, salí a completar los últimos 7 km y medio de treking. Sebastián ya estaba bañado, cambiado y peinado a la gomina. A mi me quedaba una hora de viaje. La hice tranqui. Las pecheras azules eran mucho menos que en la primera etapa. Pero el paisaje hermoso era el mismo. Faltando 2 km para terminar encontré a Andrés. Charlamos de lo duro que fue la bici como si estuviéramos en la mesa de un bareto esperando la cerveza y los tostados. El perro también se sentó con nosotros. Dejamos de trotar. Caminamos un rato. Volvimos a trotar. Y abrazados como hermanos cruzamos la línea de llegada.

Silenciosamente, para no ahuyentar la presa, nos acercamos a la fuente de frutas. Sin dudar un instante la atacamos desde varios flancos. Eran las Naranjas y Bananas mas ricas del mundo. Pipones salimos rumbo a los masajes. Gané la camilla, y me entregué ciegamente a las manos de una profesional. Mientras dormitaba y mis piernas volvían a vivir, en mi mente se proyectaban como diapositivas las imágenes de esta maravillosa aventura. Fue una verdadera fiesta. No faltaron condimentos. Una excelente organización. Un escenario maravilloso. Un día espectacular. Con Galindez, el Maxi y nuestro Sebastián. Con Norma, Diego, Vanesa, Gustavo y todo el grupo de P.E. que como nos tienen acostumbrado en cada prueba, pusieron todo para que cada uno de nosotros nos sintiéramos protagonista. Felicitaciones a todos, muchas gracias y hasta la próxima.

Los hermosos masajes siguieron durante 20 minutos mas. Con mis piernas aliviadas, con el corazón lleno, con una sonrisa reluciente, y volviendo a tararear Sabina, me terminé de dormir.




martes, 19 de julio de 2011

River mi buen amigo


Una parte del siguiente texto fue publicado en el diario Allen, nuestra ciudad. Hace tiempo, mas de un año, Gabi me regaló un espacio para despuntar el vicio y no quise mal aprovecharme de su buena intención mandandole la totalidad de las líneas. Me iba a adueñar instantaneamente de todos los espacios del diario. Y eso en mi barrio es abuso. Así que, si alguien anduvo por “nuestra ciudad” y encuentra conocido algunos párrafos de los que siguen a continuación ya cuentan con la explicación del caso.

Ahora sí …

River mi buen amigo


No recuerdo la marca de la radio de bolsillo de payaso que acompañaba a mi viejo todas las siestas y las noches antes de pegar los ojos. Si recuerdo que era gris y que estaba marcada en el vidrio justo en el dial en donde Víctor Hugo todos los Domingos relataba los partidos. Empiezo a contar la historia por la radio porque aquella noche de 1985 que me quedé solo en casa secuestré el aparato gris del Angel y me metí a la cucheta hecho un puñado de nervios. Jugaba River contra Velez por la final de la ronda de perdedores del torneo Nacional y no quise saber nada con salir a cenar en familia.

Llevé el palito rojo hasta la marca en el vidrio y apagué la luz. El príncipe tocó para Morresi y los latidos sacudieron las sabanas. El empate le alcanzaba a River para pasar a la final. Los de Velez tenían fama de mancarrones. Te molían a patadas. Promediaba el primer tiempo y Francescoli puso la cabeza. Román Iucht comentó sobre la elegancia del Enzo al saltar y meter el frentazo certero para batir al mono que en aquel tiempo atajaba para los de Liniers. Me abracé a la radio en un grito mudo, desaforado.

Empezó el segundo tiempo y los minutos que desfilaban se burlaban del corazón que ya le costaba respirar. El empate de los de la V me hirió malamente. Los últimos minutos fueron un suplicio. Victor Hugo levantaba la voz y yo me daba la cabeza contra la cama de arriba. Faltando un minuto para el pitido final pasó lo que no tenía que haber pasado. Penal para Velez gritó el relator. La respiración se cortó de golpe. Comas, Comitas, la clavó contra un palo. Apagué la radio mientras el tatatata del relator uruguayo seguía pateándome en el piso.

Mis viejos llegaron medio tardón. Entraron el toro al garaje. Adivine el andar de Mirta por la cocina sacándose la campera. Angelita quiso prender la tele. No hubo permiso. El viejo encaró derecho a la pieza. Entró despacio. El era hincha del globito. De Huracán. Pero supongo que el dolor que sentía era por el dolor que yo tenía. Yo estaba despierto, bien despierto. El trago amargo hizo efecto en la llaga que había nacido en el alma luego de aquel gol de Comas, Comitas, y no iba a poder dormir quien sabe hasta que hora. Eso sí, me hice el que dormía. La mano de mi viejo acomodó la sabana y lo imaginé mirando la radio que ya estaba media desarmada entre mis brazos. No la solté porque se iba a dar cuenta que estaba despierto y hubiera quedado flojo que descubriera mis ojos, todavía, llorando. Me acarició la frente y se inclinó para darme un beso. Una ola de alivio tranquilizó la impotencia y la bronca que descansaron para dejarme dormir.

Yo tenía once años, y un corazón nuevo, casi sin estrenar. Nada de mal de amores ni cosas por el estilo. El tipo latía y latía. Los sentimientos con los que se codearía más adelante aun estaban guardados y envueltos. Solo habían aparecido algunos sin aviso. Precisamente uno de ellos se presentó esa misma noche. El dolor que sentí en el alma fue un clic. Fue hermoso. Fue darme cuenta que no solo los dibujos animados, los amigos de la infancia y la canchita del barrio eran los condimentos que salaban la vida. Había más. Una pasión. Estaba River, y lo que mas quería en el mundo era verlo Campeón.

El año que siguió, 1986, fue acaso el mejor año en la historia de la banda y mi pasión y dedicación fue incondicional. Religiosamente todos las siestas domingueras hacíamos nido con mi viejo en la cama grande a escuchar los goles que la radio gris tenía para cantarnos. El brillo en los ojos luego de un triunfo me duraba toda la semana y a la escuela caía con el pecho inflado. Eso sí, si perdíamos aguantame la cara larga por un rato largo, porque nada podía llenar el vacío que dejaba una derrota a tan corta edad.

Mi vida futbolera creció con la primer pelota que me regaló el Angel y fue creciendo con los entrenamientos de los maguitos en Unión de Allen. Con los primeros partidos. Los primeros vestuarios. Los tapones de los Borussia haciendo ruido en el túnel mientras esperábamos al técnico para hacer la última arenga antes de entrar a la cancha. La canchita del barrio, que era algo así como el descanso del club. Ahí nos hacíamos los hombres contra otros barrios. Un grupo de amigos peleando juntos por el mismo objetivo. Ganar. Era maravilloso. Y el Domingo, para completarla, a ver el resumen de los partidos por tele. Es decir, mi pasión se fue esparciendo siempre al lado de una pelota.

Recuerdo el día que Huracán descendió. Justo en el 86. El año que nosotros festejamos todo. Mi viejo estaba mirando una peli en el sillón de casa. Yo estaba escondido, tirado en el piso, detrás del otro sillón. Del de dos cuerpos. En la radio, gris por supuesto, relataban Huracán versus Italiano. Era el último de tres partidos para saber quien de los dos se iba a la B. Mi viejo miraba el tele, pero no la película. Los hielos que nadaban en el whisky se golpeaban cada vez que la botella volvía a llenar el vaso. Fueron a penales y con tanto infortunio, para mi viejo claro, que el último penal de Huracán fue atajado. Lo vi levantarse con los ojos medios raros. Nublados. Fue la primera vez que lo escuché a mi viejo putear con tanta pasión.

Del otro lado estaba La Compañía. El cabezón, el gringo, lupín y el gallego Fernandez estaban de vuelta, es verdad, pero se conocían de memoria y era muy difícil robarles un punto. La Compañía era un rival directo de Camisinha. Camisinha, también conocido como el viola, éramos nosotros. Teníamos lo nuestro. No corríamos todos atrás de la pelota y eso en el torneo de la facu ya era un dato favorable. El flaco, lechu, tutu, ñoqui y el chaquito, entendían de que se trataba. Capocha no entendía demasiado y eso nos venía bárbaro. El Gordo Luis era un tiempista de los buenos, al igual que el dos de La Compañía. Tenían la habilidad de esperar el momento justo de la cita con el delantero para hacerse con el balón mediante un roce riguroso al borde de lo ilegal. Muchas veces sobrepasaban la línea y se iban con un cartón amarillo para el área, dejando al contrario con uno menos. Al final de cuentas, era negocio.

El Viola había recorrido las cuatro categorías. El puerto final fue en la máxima. El objetivo principal era mantenernos, pero a mediados del torneo andábamos discutiendo los primeros puestos. Así que aquella tarde hermosa de Sábado … Quizás aquella tarde tenía frio, viento y caían bigornias de punta, pero el solo hecho de juntarme con amigos dentro de una cancha de fútbol, hacía que aquella tarde de Sábado fuera hermosa … Así que aquella tarde hermosa de Sábado guardamos en el bolso los tres puntos que fueron claves para empezar a acariciar la copa, que mas tarde abrazaríamos con toda la fuerza.

Mi viejo había desplegado la playera a la orilla del rectángulo. La radio gris inseparable le relataba el partido del Sábado. La operación de cadera lo había dejado maltrecho y no era recomendable que ande caminando o sentado en cualquier lado. La pelota estaba esperando la orden del réferi que se estaba atando los cordones. De un lado yo, del otro el Lechu. Che Lechu viste a los dos marcadores del fondo? Están boludeando. Que te parece si la empujo para adelante y salgo corriendo para el vértice del área grande. Vos la podes revolear para allá? Dale, me dijo el colorado que tenía un taco de pool en la pierna derecha. El silbato sonó agudo y tal lo planeado puse en movimiento el balón y salí como piña. No tuve que esquivar a nadie, eran todos postes quietos, fríos, sin reflejos, que miraban la pelota tranquilos esperando que salga para atrás, como se hace normalmente. Pero no. A pocos pasos del vértice me di vuelta. Ahí venía. En el aire, precisa. Los marcadores con los ojos grandotes me miraron sorprendidos mientras iniciaban un intento de cierre. Mis ojos brillaban de júbilo. La pelota pico una vez afuera del área y no picó mas. Cuando estaba buscando la gramilla por segunda vez encontró el empeine que se infló como una empanada. El gallego solo observó atónito como la red se levantaba cerca del ángulo. Un par de segundos y ya estábamos uno a cero. Les adelanto que ese fue el resultado final.

Esta larga introducción es para contarles lo que pasó en el segundo tiempo. Mi viejo seguía sentado en la playera con la radio gris media afónica tirada por ahí, cerca de la silla. El empate estaba al caer, pero ya les adelante el resultado así que pueden seguir leyendos tranquilos. Nuestras fichas estaban todas amontonadas en un contragolpe. Yo permanecía en el medio de la cancha mas bien tirado para el lado de mi viejo que esperaba el pelotazo con mas ganas que yo. Había que liquidarlo para no sufrir mas. El gordo Luis despejó de cabeza en medio de un barullo dramático. El chaco le dio otro cabezazo y el flaco le metió un zurdazo firme. La pelota venía a encontrarse conmigo. Con el marcador pegado como estampita la fui a buscar. La dejé pasar por entre las piernas y rodeando al seis que quedó despatarrado salí corriendo mas rápido que un keniata adelante de un león.

La velocidad y mi poco peso eran dos características ideales para el número dos que me esperaba con un repasador al cuello. Se acuerdan. Ese tiempista de los buenos que les comente anteriormente. Si, ese mismo. El dos de La Compañia. Esperó. Esperó. Esperó. Yo no podía correr mas rápido. Iba a todo le que daba. Sólo restaba sortear el ropero y buscar al gallego que ya iba retrocediendo ligeramente. Tenía que tocar la pelota y saltar bien alto. No había otra opción. Llegó la hora de la cita. Yo llegué primero y el no esperó mas. Adelanté el balón apenas con la punta del botín derecho mientras el izquierdo hacía fuerza para dar el salto mas alto de mi vida. No pasó nada de eso. El ropero con toda su humanidad me encaró como un tren. Me acertó de lleno, me arrancó del aire y me revoleó como una bolsa varios metros afuera de la cancha.

Yo nunca fui de esos que aspavientan con doscientas vueltas para un lado y doscientas para otro para que el árbitro compre. Generalmente me paraba enseguida. Eso lo aprendí de mi viejo que siempre que en la tele aparecía alguien revolcándose después de un faul lo adornaba de insultos tales como: esto es fútbol nene, no muñeca, maricón !!! Pero aquella vez no me levanté enseguida. Luego del impacto me asusté un poco. Tarde algunos segundos en contar las partes de mi cuerpo y recién ahí me levanté. Estaba entero. Algo mareado, pero entero. Me sacudí un poco mientras veía como mis compañeros se dividían entre el árbitro y el ropero. Eso no fue extraño. Pasa siempre en todos los partidos en donde las pataditas cruzan la línea de lo legal y se convierten en patadotas. Lo extraño, fue verlo al Angel levantarse de la playera y meterse rengueando a la cancha a la voz de CONCHUUUUUDOOOO !!! …

Disculpen el exabrupto, pero esa fue la textual palabra que mi viejo había usado esa tarde del 86 cuando Huracán piso en falso. Y que sino fuera porque me vio escondido detrás del sillón de dos cuerpos hubiera sido el último día de la radio gris que ya estaba por volar rumbo al balcón y después al mas allá. Algunos de mis compañeros lo agarraron para que se calmara, pero no había manera de borrarle esa palabrota de la boca. La repetía y la repetía al mismo momento que señalaba al ropero con el dedo. Esa fue acaso la segunda vez que lo escuche a mi viejo putear con tanta pasión, y ya no era por culpa de Huracán.

Yo fui creciendo, Camisinha fue bicampeón en la máxima categoría, Huracán se la paso subiendo y bajando como un ascensor y River fue mezclando algunas paladas de cal con varias de arena. En mi vida y en la cancha se fueron intercalando buenas y malas. De todas fui aprendiendo. Los sentimientos nuevos se fueron presentando en el camino y los dibujos animados, el club, el viola y la canchita del barrio quedaron bastante lejos. El tiempo me fue formando y las obligaciones y responsabilidades se enfocaron en otros objetivos además de encontrarme con una pelota de fútbol o ver a River Campeón.

Y así llegamos a este 2011 que quedará como una foto negra en el álbum de los recuerdos. Primero se fue mi viejo. Si, de sopetón se fue el tipo y me dejó todas las fichas desparramadas. Algunas pude ordenarlas, otras siguen en el piso, no se dónde. Supongo que ya voy a tener tiempo de revelar algunas mas. El globito, Huracán, su pasión, se fue más tarde igual que en esa tarde triste de whisky atragantado, y para colmo Román Iucht le comentaba a Víctor Hugo que el penal lo iba a patear Pavone. Doce pasos para empezar a creer en la recuperación. Y como en aquella noche de Comas, pasó lo que no tenía que haber pasado. El tanque anunció el tiro, el grito del relator se quedó atragantado y Olave se quedó con mi alma, con mi respiración. River se fue a la B. Increíble. Todo se derrumbó. Mi corazón se olvidó de las obligaciones, de las responsabilidades, se olvidó de todo. La pasión de aquel niño de once años había vuelto y estaba a flor de piel.

Igual que en esa noche del 85 apagué la radio, que ya no era gris, apagué la tele, y con la impotencia y la bronca hecha un nudo en la garganta me metí al sobre. La mano de mi viejo ya no estaba para aliviar tanto dolor. Unos pasos chiquititos fueron subiendo la escalera. Me hice el dormido. Una vez arriba corrieron hasta la cama. Pablio, Pablio. Me llamaba Joaquín. Pablio vamos a saltar. Me pedía mientras que su manito húmeda me acariciaba el brazo para que me despierte. El alivio fue instantáneo, igualmente no me moví. No vaya a ser cosa que se diera cuenta que no estaba dormido, y si que hubiera quedado flojo que un niño de 2 años viera a su padre con los ojos raros, algo nublados.

viernes, 24 de junio de 2011

Balsa a Balsa 2006

- Que haces el Domingo.
- Corro el Balsa a Balsa.
- Y eso ?
- Un treking desde Balsa Las Perlas hasta Balsa Isla Jordan.
- Un qué ? ... Vos esta loco !!! ... cuántos kilómetros son ?
- 25 kilómetros por las bardas.
- 25 kilómetros corriendo !!! ... Pero dejate de joder ... Y le ganas a alguien ?
- Siempre gano !!!
- Ah bueno !!! Hacete ver del marote !!! ... URGENTE !!! … Y cuando te compongas llamame que nos juntamos a tomar una cervecita frappé !!! ...

El mismo Domingo fui a retirar la pechera. También me ligué un reto por olvidarme el libro que formaba parte de la inscripción. Haciendo puchero me fui para el arco de largada. El libro lo tenia listo y me lo olvidé. Que bolú. Era de un tal Galeano que escribe lindo. No me puedo acordar el nombre. Igual no viene al caso. Debajo del arco esperé hasta que nos dieron el verde para salir a pasear por las bardas. El día era ideal. El poco viento que soplaba iba a favor. Largamos bordeando el Limay, cruzamos el puente y empezamos a subir. El plan fue el siguiente. Tranco lento, pero rendidor. Caminar en las subidas duras. En las bajadas acelerar una porción. En las rectas volver al tranco lento, pero rendidor.

5 km. A juzgar por las huellas que pasaban por debajo, adelante iba mucha gente. Eso me tenia sin cuidado. Mientras tanto corrí al lado de fulano por un largo trecho. Después se nos unió mengano. Luego, el cruel destino nos separó. Seguí solo como loco malo. De vez en cuando le metía un sorbo al agua tibia que era mi único equipaje. Casi diez kilómetros de paseo, y pasó lo peor. Una piedra grande que permanecía agazapada detrás de un alpataco me salió al cruce. Los reflejos, bien gracias. No me quedó mas remedio que no esquivarla. Apreté los dientes, y la empalmé de zurda. Cómo los que saben. Mamita, que dolor !!! Corrí un kilómetro rengueando hasta que se me anestesió el empeine. La anestesia llegó hasta la rodilla al kilómetro siguiente. Que ganas de pedir un taxi. TAXI !!!

Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: —¡Ayúdame a mirar! ... Qué macana que no me acuerde el nombre del libro porque es muy recomendable. Bueno, no nos disipemos. El treking siguió. Llegué al segundo puesto de agua. Me abastecí de líquido. Un par de kilómetros mas, y encontré una camioneta estacionada en el medio del campo. Al lado una familia que regalaba aplausos. Me abastecí de calor llevándome varios de ellos para el camino.

15 km. El vientre hizo una llamada. Pero el cerebro seguía preocupado por el dolor en el empeine, y no andaba con ánimos de atender llamadas intrascendentes. El vientre se cansó de llamar. El empeine siguió doliendo. En el último puesto de agua me abracé a dos botellitas. Una para la sed. La otra para el alma que se moría de calor. Seguí corriendo todo empapado, pero feliz. La felicidad dura poco. La arena me la robó. No faltaba tanto para terminar el paseo cuando divisé un banderillero aburrido de ver pasar gente sufriendo. Y haciendo caso omiso a una de las reglas principales de este tipo de competencia ("NO PREGUNTARLE AL BANDERILLERO CUANTO FALTA PARA LLEGAR"), le pregunté: Maestro falta mucho para llegar. Sacudiendo la modorra me tiró: seis, siete kilómetros ... Maldito !!!

El tranco lento ya era mas lento, y no rendía tanto. El río Negro ya se dejaba ver. Mas atrás Neuquén y Cipolletti se decían cosas al oído. No debe faltar tanto. No debe faltar tanto. No debe faltar tanto. Otro banderillero. Otra vez pequé de ansioso. Decime que falta poco, le ordené. Casi cuatro y estas. Cuatro kilómetros parecen poco, pero son muchísimos después de haber corrido mas de veinte. A saber: "LOS KILOMETROS FINALES SIEMPRE SON DE GOMA". Estos cuatro se estiraron a casi 10. Los banderilleros seguían apareciendo. Y me seguían mintiendo. Del arco no había ni rastros. Y el desgaste que sufría mi mente ya estaba esparcida por todo mi cuerpo.

Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino. No me van a negar que escribe lindo este tal Galeano. Llegué al río. Se dejaba tocar. Las burlas de algunos patos maleducados me entretenían. El camino se transformó en un laberinto entre árboles y yuyos. La escasez de Sol me sentó bien. La sombra duró poco. Salí del laberinto con ganas de encontrarme con la llegada. En su lugar estaba el Himalaya. Y yo, sin arnés, ni crampones. Una subida que no tenía que estar. Pero estaba. Dale que no falta nada. Escalando, escalando, hice cima en el Everest. El olor a llegada, mezclada con choripanes, me despertó una reserva de fuerzas que llevaba no se donde. De repente apareció. Faltaba nada. Borracho de alegría pasé por debajo del reloj que rezó 2 horas 48 minutos y algunos segundos ... El gatorade y el agua me devolvieron la voz. Recuperé algo de oxigeno. Atendí la llamada intrascendente, y con el pecho inflado me fui a comer algo.

- Que haces Tranquilino ? , Cómo te fue el Domingo en el Balsa a Balsa ?
- Espectacular !!!
- Cómo saliste ?
- Gané.
- Payaso !!!. Que vas a ganar vos !!!
- Si gané. No me crees ?
- No te creo ni medio ... Deja de correr que ya te quedan pocos patos en la fila.
- No entendes nada ... Ganar es correr. Ganar es compartir. Ganar es llegar. Ganar es ...
- Para para, ... mejor me voy a tomar una cervecita mas frappé que la anterior. Te dejo con la locura que te invade men ... Qué te mejores ... Un abrazo grande.

Un abrazo grande ... Un abrazo grande ... AHÍ LO TENES !!! , Así se llama el libro de este tal Galeano que escribe lindo: " EL LIBRO DE LOS ABRAZOS " ... Te lo recomiendo.

sábado, 21 de mayo de 2011

Tetra de la Manzana - 2006

Luego de correr por primera vez el Tetra de la Manzana y olvidarme de postearlo ( esto paso en el 2005 ), … lo corrí por segunda vez ( en el 2006 ) …

6:30 de la mañana. Todas arriba. Las vestí con pecheras coloridas y las dividí en cuatro grupos. Les metí un poco de presión con una charla tempranera. La idea era concientizaras de los escollos duros que se vislumbraban en el horizonte. Les repartí equitativamente un total magnesiano, un poco de yogurt, una banana, una tita y mucho líquido. Ya estaban casi listas. Las primeras en el ruedo serían las azules. Luego saldrían a la cancha las verdes. Mas tarde las amarillas. Y por último las rojas. El plan estaba en el tapete y el tapete estaba temblando.

Con el Sol en primera fila, y sin viento a la vista, amaneció el Domingo 5 de Marzo. Hermoso día para celebrar el Tetra de la Manzana 2006 en Gral Roca. A las 8:30 estábamos dejando las zapatillas en uno de los parques cerrados. Media hora mas tarde bajamos los kayacs y las mountain´s en otro. Calentamos un poco, elongamos, saludamos, nos subimos al cole, y nos fuimos para el río. Con Andrés incursionábamos en el Tetra por segunda vez consecutiva. Nuevamente el Fabi nos dio un manón ( mano grande ) en la logística. Sin el Fabi no habría tetra. No faltaba mucho. La adrenalina se empapó cuando nos largamos a nadar.

Rápido. Las de pecheras azules a la cancha. Va, ... va, ... va, ... Todas al compás. Algunas nadaban, otras apenas chapoteaban, pero con ayuda de la corriente íbamos todos para adelante. El bracito del Río Negro era un tanto angosto, así que había que tener muy buena cintura y saber esquivar algún que otro manotazo casual de algún nadador violento. Casi 1.500 metros de agua. Casi 14 minutos. Tambaleando llegué hasta la bici. Mientras me ponía el casco, el camel, los guantes, las zapatillas, me iba recuperando. Salí al trote del parque cerrado. Las pecheras azules habían cumplido su objetivo. Ahora era el turno de las verdes. Vamos. Vamos. Todas a pedalear.

Las neuronas azules, fundidas, se tiraban a la deriva en busca de aire dejando lugar a las verdes. Seguramente faltó organización en esta transición porque cuando quise saltar al asiento con la ligereza que acostumbran a hacerlo los que saben, me fui de trompa al piso. Un papelón. Sin ningún gesto de dolor que demuestre el dolor que llevaba logré subirme a pedalear. Cruzamos el puente y nos metimos a la barda. La bienvenida era un arenal imposible. Luego seguía una trepada. Ni en moto la hubiese subido. Otra vez caminando con la bici a remolque. Llegué arriba por fin. Les bajé el reproche a las neuronas alborotadas que no sabían si correr, pedalear o que cosa. Nos organizamos un poco y salimos al canto de "en mi mente tengo una idea, es pedalear todo lo que pueda" !!!

La vuelta siguió. Con algunos tramos rápidos, y otros muy rápidos. Bordeamos el valle de la luna. Bajamos por el filo. Alucinante. Algunas neuronas iban muriendo en el intento, y el mensaje del cerebro a las piernas llegaba con retraso. Entramos a la segunda y última vuelta por el mismo circuito. Otra vez por el arenal. Otra vez con la bici al lado. Ya no quería pedalear mas. A una velocidad medianamente lenta volví a pasar por la luna y el filo. El cerebro ya no enviaba mensajes. Las piernas estaban huérfanas. "Paso por la izquierda" me gritaban los que venían atrás. Cual será la izquierda. Basta de barda. Volvimos a cruzar el puente y nos fuimos en busca del kayac. Ojalá no esté.

Todas las pecheras amarillas al kayac. Rápido. Rápido. Me comí una banana. Dicen que es buena para los calambres. Remen, ... remen, ... remen, ... remen ... Remontamos el río por donde habíamos nadado. El bracito angosto se puso mañoso, había que estar muy concentrado para no ir haciendo zig zag. El remo no era mi fuerte, y menos la concentración. Dos por tres se me retobaba la embarcación y daba de punta contra la orilla. Al grito de Oooooooo los espectadores me daban una mano para volverme al agua. Qué difícil era manejar por ahí. Y mas difícil todavía sin hidráulica. Los muchos aplausos eran chocolate caliente para el alma. Terminé el bracito. El río grande se relamía. Cruzamos de lado a lado. Pasamos por abajo del puente. Sorteamos una bolla. Otra vez de lado a lado, pero en contra. Otra vez el brasito. Remen, ... remen, ... remen ... En esta vuelta había menos gente. Ya se habían ido todos. Solo quedaban los familiares. Pero los aplausos no faltaron. Completamos por última vez el bracito mañoso y nos fuimos río abajo. Cerca de 5 km remando a favor. Un alivio. Las neuronas amarillas venían regaladas ... Remen, ... remen, ... remen que ya estamos.

Entre 4 agarraron el kayac mientras yo intentaba bajar. Nos reímos entre los 5 porque no había manera de salir. Lo dieron vuelta y lo sacudieron un poco hasta que caí redondo. Una vez abajo, trote hasta el parque cerrado. Me puse las de correr. Invite a las pecheras rojas a tomar su lugar, y salimos a completar los último 9 kilómetros de pedestrismo. Algunas pecheras amarillas estaban anímicamente enteras. Las invité a dar una mano. Aceptaron con gusto y salimos como piña. A muy buen ritmo gané el asfalto y me fui para el centro. En cada puesto de agua me hice un festín. El aliento de amigos y familiares no me dejaban bajar el ritmo. Entré a Gral Roca con el pecho inflado. Ya estamos. Ahora ayudaban las azules. Las verdes también. Los aplausos eran cada vez mas ruidosos. 200 metros. 100. Ju juaja, ju juaja ... 3 horas, 47 minutos. Casi nada. El pecho explotaba ... Qué sentimiento maravilloso !!!

Cada una de las competencias es una experiencia imborrable. En un rincón de mi mente guardo infinidades de recuerdos hermosos. Cada previa. Cada largada. Cada "carrera". Cada llegada. Cada una tiene algo especial. Pero el Tetra de la Manzana tiene algo mas. La exigencia. La exigencia que demanda cumplir cada uno de los objetivos, hace que la meta sea mas preciada. Mientras estas nadando pensas en la bici. Mientras pedaleas pensas en el kayac. Recién con la mitad del pedestrismo completo podes pensar en la meta. Por eso cruzar el arco de llegada, causa una inolvidable sobredosis de satisfacción. Sepan disculpar mi incapacidad para redondear este relato. No logro encontrar las palabras justas para describirles los sentimientos que me asaltaron cuando al fin tuve la medalla al cuello, juntita al corazón.






jueves, 28 de abril de 2011

Flor para guardar

Ya aclarado que no quise andar de vacaciones, sino que me obligaron, vuelvo a despuntar el vicio.

Recuerdo que aquella última reunión terminó bastante tarde. La cabeza pertinente rodó por la acera, y puchereando por los rincones quedó el primer Tetra de mi vida sin líneas concernientes.

( algunas horas después del Tetra del Olvido ) …

Luego del baño ineludible salí a caminar mas agrandado que Ricky Fort bajo el Sol radiante de las siete de la tarde por la Avenida Roca de la ciudad de Allen. La camiseta talle XL del Tetra que llevaba puesta me quedaba apretada. Una dama, mas bien petiza, se acercó sigilosa por la espalda y después de asustarme me preguntó. --- ¿ Corriste el Tetra ? … Ricky Fort pasó a ser un bebé de pecho. La XL casi se raja. --- Sí. Respondí haciéndome el tímido. Seguidamente me invitó a participar en el programa radial del Lunes que llegaba. Menos mal que la seriedad no dejó escapar las risas que se habían amontonado entre los dientes. Me parecía muy gracioso que esta dama, mas bien petiza, se anime a sacar al aire al corredor que pisó la meta abrazado a la barredora.

El Lunes que llegaba llegó y cerca de las diez de la mañana sonó el celular. Entre risas y comentarios con poco ton y menos son cumplimos con lo pactado. Escuchar mi voz por el transistor fue algo excepcional en mi vida. Pero no me quiero detener mucho en aquella linda anécdota. Solo la uso de trampolín para saltar a presentarles a la semilla que floreció en este hermoso jardín inmediatamente después de haber corrido el Tetra del Olvido.


Me asomo por la ventana. Miro al patio. Árboles frondosos de esos que no se pueden abrazar. Otros más nuevos. A veces salgo a regarlos, a veces me duermo un rato, pero todos siguen creciendo. Un poco mas allá un lugar especial para ellas. Las flores que componen la vista perfecta. Entre el montón hay una que no se sostiene de un tallo. Está apoyada en un hierro. Ni siquiera el viento mas fuerte logra moverle un pétalo. Lleva un corazón firme como el roble y por donde pasa contagia sus ganas de seguir floreciendo. Bastante mas tenaz que Luisa Lane encara todos los días su laburo con mucha responsabilidad, y aunque algunos días del año no son primavera siempre se la ve brillante con su alegría a cuestas para todos lados. Es dueña de www.biendeallen.com.ar, un blog que tiene mas visitas que el Partenón y si revolvemos en su mochila seguro que vamos a encontrar miles de proyectos haciendo cola para salir a la luz. Esta flor vino sin frenos !!!


Y si además de todas esas cualidades les cuento que en la parte de “importante” el curriculum reza en negrita y subrayado : “Kakambera por donde me miren”, creo que estoy en condiciones de afirmar que no es cualquier flor, … Florencia Barrera es la flor que todos los jardines aburridos esperan hospedar algún día.

domingo, 17 de abril de 2011

Subite que arrancamos ...

Para aquellos que no vienen en este carro desde que lo puse en marcha, les puedo contar que el blog vio la luz el día que nuestro Sebastian me invitó a correr. Desde entonces recorro este camino, deportivo sobre todo, con los principales acontecimientos que amasaron estas arrugas con poco cuidado. Hubo desvíos obligatorios que sacudieron el carro bruscamente. Allá por Septiembre del 2009 rodando por el cielo una nube me regaló a un mofletito que cambió mi vida para siempre. Con él en su asientito de atrás y con varios amigos de acompañantes intento llevar este carro por los lugares mas lindo de esta vida … Subite !!!

Hace tiempo les di vacas a mis musas que lucían fatigadas. Algunas ya no aportaban y de a poco iban contagiando al resto. En Enero del 2010 les abrí la botella. No volvieron más. Y sin ellas la imaginación se aburrió y se echó a dormir. Y las ideas, que antes merodeaban mi cabeza de vez en cuando, me empezaron a pasar bien lejos. Volví a correr. Después de mucho tiempo de descansar el culo en una silla mientras la acción pasaba por afuera, volví a correr. Tras sacudirlas me calcé las zapas que dormían en el rincón de los trapos viejos. Se despabilaron y con los cordones fuera de quicio nos fuimos a mover un rato.

Por la bici senda mi trote lento iba para Allen. Cuando pasé por la capilla de San Cayetano ya iba averiado, sin embargo me llamó la atención un par de musas con unas velas en la mano. Seguí mi curso. Llegué a la capital del ciclismo y volví caminando. Frente al santo de barba larga, de rodillas, implorando por trabajo, permanecían aún las musas sollozas. Dejé de caminar. Les pegué un chiflido y las invité a pasar por casa. Algo así como una merienda laboral. Se adivinaban más cerca del arpa que del piano. Bastante estropeadas y venidas a menos se acomodaron en la mesa. Las habían revoleado por viejas. Les propuse volver a mover las cachas e intentar laburar juntos. Es mejor dos musas medias rancias que una botella vacía. Les ofrecí un lugar donde vivir. Acomódense donde puedan. Ahí tienen unos renglones. Un par de meses y vemos que pasa. Aceptaron. A buen hambre no hay pan de ayer.

Y acá estoy, lleno de expectativas, esperando que se acomoden un poco. Que estimulen la imaginación y que las ideas vuelvan a dejarse ver por el barrio. Volví a correr. Anduve dando lástima en el Tria de la Pera y abandonando en la corrida de Cipolletti. Sin embargo el carro se volvió a mover … Subite antes que agarre velocidad !!!

sábado, 12 de marzo de 2011

La felicidad de un podio

Nadie le aviso que era Domingo y la alarma sonó a las 7:00 como todos los días. Se corría el Tria de la Pera y me iba a levantar temprano, pero tampoco la pavada. Corregí la alarma me di vuelta e intenté entrar nuevamente a la calidez de mis sueños cuando una vocecita se acercó sigilosa por la espalda y me dijo al oído River Campeón Mundial !!!

El calor que calentaba la región me dejó entrar al agua sin mucho preámbulo. Nadé sin despeinarme y llegué al parque cerrado en el lote del fondo. Me vestí para salir, me perfume un poco y me fui a pedalear. La falta de entrenamiento no me dejó avanzar más rápido. El lote de fondo se me fue y el paseo no estuvo tan malo. Senderos. Tierra. Asfalto. Poco aire.

Dejé la Raley entre todas las bicis que ya habían llegado y salí a correr con mas sed que el chavo. El primer puesto de agua era un espejismo. Al segundo puesto de agua no le quedaba agua. Más adelante no había puestos de agua. Deshidratado crucé la meta. Del otro lado me esperaba el Yeti, alias Nelson, el Gordito Nelson para los amigos, con un casco en la marula que de lejos parecía una cascara de nuez. Con una mano agarró el bidón de 350 litros de agua. La otra mano sostenía un vasito con forma de dedal. Sin equilibrio volcó un poco dentro del diminuto vaso y me encaró con el bidón. Empapado de alegría me fui para el podio. Gracias Gordito !!!

Estar tres escalones más alto que el resto es maravilloso. Los aplausos van derecho a juguetear con el alma y el bobo se infla al máximo. El ego se pasea presumido por sobre todas las cabezas que admiran respetuosas desde el suelo firme. Son apenas algunos minutos inolvidables de inmortalidad. Supongo que debe ser así. Nunca subí a algún escalón de esos ni por casualidad. Pero fue exactamente lo que sentí cuando estaba recuperando fuerzas en una sombra fresquita del balneario y una vocecita se acercó sigilosa por la espalda y me dijo al oído: Papi Campeón Mundial !!!



miércoles, 26 de enero de 2011

Extra ... extra ... " El Salitroso está de vuelta "

No creo que se necesite más publicidad para promocionar tan atractivo evento. La noticia debe estar regando de alivio a los organizadores que aún hoy desconocían mi inclusión en la lista de partida. Confirmada mi presencia se colmará la costa allense y hasta las peras del camino se amontonaran en el alambrado. Las manzanas miraran de la segunda fila.

Así es, se avecina una nueva edición del Tria de la Pera y eso no es noticia. Tampoco es noticia que expulsaron a la más linda del gran hermano. Ni siquiera es noticia que los tractores y productores, vuelven a disponer de nuestros tiempos en todo el valle. La noticia que se lleva todas las tapas es que después de un año sabático el Salitroso vuelve a correr.

El efecto rebote de tal noticia dio de lleno en el Blog que volvió a sacudir sus hojas y despabilar los renglones desiertos que esperaban esperanzados el paso de algunas teclas perdidas.

Tanto tiempo de sillón y control remoto crearon un abismo, con forma de panza, entre mis piernas y el entrenamiento. La gota que rebalsó el vaso cayó cuando no pude correr ni la cortina del baño. Varias fichas dieron por el suelo cuando volví a transpirar, y los recuerdos empezaron a mover el piso hasta hacerme perder el equilibrio. Las zapas embarradas y las pedaleadas prolongadas hasta el éxodo solar recorrieron mi mente de inmediato y junto con las ganas que volvieron a pincharme el corazón ensamblaron el motor que hoy me lleva nuevamente a alistarme en un parque cerrado.

Sin más preámbulos se las dejo picando. Domingo 30 de Enero en la costa allense. No es una carrera mas, es la VUELTA del SALITROSO !!! … No digan que no les avisé !!!