martes, 30 de diciembre de 2008

Felicidades Flaquito

Terminando el 2008, y antes de regresar al 2005, me gustaría volcar sentimientos felices y amargos que de vez en cuando curan y enferman mi estado de ánimo.

Hace ya algunos días, aproximadamente 5400 días, un Duna gris oscuro estacionó frente a casa y la bocina se escuchó en todo el barrio. Saludé a mis viejos y bajé las escaleras de a dos escalones con la campera UNIFORM en mano por las dudas que refrescara por la madrugada. Pasamos por Entretiempo y nos fuimos para Aquelarre a sacar la noche a bailar.

Hace ya algunos días, aproximadamente 5400 días, caminé por Aristóbulo del Valle con los cortos y las medias hasta la rodilla. Lo pasé a buscar y nos fuimos para la canchita de la escuela 23. El honor del barrio estaba en el paño. El jugaba atrás y era dueño de las pelotas paradas, yo molestaba adelante. Algunos rabiosos se tornaban peludos pero el barrio siempre quedaba bien parado. Sin importar el resultado, la Coca con bizcochitos era el trofeo que cerraba la tarde.

Hace ya algunos días, aproximadamente 5400 días, con las gradas rebalsando, entremos a la cancha a jugar una final de Paddle. Mi smash estaba algo nervioso y su volea de revés mal calibrada. El partido fue lento y meticuloso. Mientras entraba la madrugada cambiábamos peón por peón, alfil por caballo, torre por torre. El tercer set se fue a tie brake. Un tal Comba, jugó un globo corto y mi smash nos sepultó en el segundo escalón.

Hace ya algunos días, aproximadamente 5400 días, . . . pero parece que fue ayer.


El negro Molina en su Decadencia de la amistad reza "... A los once o doce años, uno empieza a hartarse de la familia y encuentra que los muchachos de la esquina son mucho mas divertidos que el tío Jorge. Durante mas o menos una década nadie estará mas cerca de nuestro corazón que esos muchachos. Y si uno quiere aprovisionarse de amigos, debe hacerlo en ese periodo. Después será demasiado tarde..."

No estoy totalmente de acuerdo con el párrafo, aunque alguna parte la comparto por experiencia propia. Recuerdo haber salido temprano a la esquina de mi casa a buscar amigos (será porque nunca tuve un tío Jorge que matara mi aburrimiento). Y entre otros, encontré un Flaco, algo serio, que se encargó por su cuenta de alumbrar los valores de la amistad que recién estaban naciendo en mi corazón.

Culo y calzón fuimos durante una eternidad que duró 15 años. Juntos rendimos las primeras lecciones de vida en donde aprendimos a caminar derecho y ser excelentes amigos. Su hombro siempre estuvo cuando se me antojó perder el equilibrio, y las migas que fuimos sembrando a cada paso me regalaron un centenar de momentos inolvidables que llevaré conmigo hasta el último día.


El tiempo pasó. Dejamos de ser vecinos. Nuestros caminos se dividieron como pasa generalmente con los caminos de los amigos tempraneros. Es que la vida se torna caprichosa y uno empieza inevitablemente a frecuentar otros ambientes. Novias, compañeros de trabajo, señoras, conocidos casuales, conocidos de conocidos y amigos nuevos aparecen en el escenario. El mundo sigue girando y los amigos de la infancia van quedando detrás del telón, aunque en lo mas profundo del corazón, y volver a verlos, o encontrar noticias de ellos, siempre es maravilloso.

Pablo Martín siguió su camino y yo seguí el mío. La relación se fue entibiando y el culo quedó a la intemperie. El Bolso XL que desarmamos quedó vacío en la canchita de la esquina. Yo aparté los mejores recuerdos y me llevé conmigo una mochila repleta de pedazos hermosos de aquel Flaco, algo serio, que la vida me regaló hace varios años para que mi infancia no pasara hambre.

Hace instantes Pablo Martín dio un tremendo paso en su vida. Se casó. La memoria me remonta algunos años atrás cuando dio uno de sus primeros grandes pasos recibiéndose de farmacéutico. Entre varias amistades y familiares me tocó sentarme en la silla de la derecha. Al lado. Pegado. Recuerdo cuando dos vasos de vidrio llenos de dicha y sentimientos chocaron en lo alto. El flaquito era un profesional. Su satisfacción y mi felicidad inundaron todo San Luis.

El tiempo pasó. Dejamos de ser vecinos. Dejamos de ser amigos. Las vueltas de la vida nos quitó ese don tan preciado y tan difícil de conseguir. Las explicaciones nunca me explicaron nada y nuestro espacio quedó tristemente vacío. Pablo Martín se casó y las sillas estaban todas ocupadas. El llevará firme los motivos por los cuales prefirió que no interfiriera en uno de los momentos mas maravillosos de su vida. Yo intentaré disimular este dolor.

FLAQUITO QUERIDO, MUCHAS FELICIDADES . . . DE CORAZÓN !!!