sábado, 21 de mayo de 2011

Tetra de la Manzana - 2006

Luego de correr por primera vez el Tetra de la Manzana y olvidarme de postearlo ( esto paso en el 2005 ), … lo corrí por segunda vez ( en el 2006 ) …

6:30 de la mañana. Todas arriba. Las vestí con pecheras coloridas y las dividí en cuatro grupos. Les metí un poco de presión con una charla tempranera. La idea era concientizaras de los escollos duros que se vislumbraban en el horizonte. Les repartí equitativamente un total magnesiano, un poco de yogurt, una banana, una tita y mucho líquido. Ya estaban casi listas. Las primeras en el ruedo serían las azules. Luego saldrían a la cancha las verdes. Mas tarde las amarillas. Y por último las rojas. El plan estaba en el tapete y el tapete estaba temblando.

Con el Sol en primera fila, y sin viento a la vista, amaneció el Domingo 5 de Marzo. Hermoso día para celebrar el Tetra de la Manzana 2006 en Gral Roca. A las 8:30 estábamos dejando las zapatillas en uno de los parques cerrados. Media hora mas tarde bajamos los kayacs y las mountain´s en otro. Calentamos un poco, elongamos, saludamos, nos subimos al cole, y nos fuimos para el río. Con Andrés incursionábamos en el Tetra por segunda vez consecutiva. Nuevamente el Fabi nos dio un manón ( mano grande ) en la logística. Sin el Fabi no habría tetra. No faltaba mucho. La adrenalina se empapó cuando nos largamos a nadar.

Rápido. Las de pecheras azules a la cancha. Va, ... va, ... va, ... Todas al compás. Algunas nadaban, otras apenas chapoteaban, pero con ayuda de la corriente íbamos todos para adelante. El bracito del Río Negro era un tanto angosto, así que había que tener muy buena cintura y saber esquivar algún que otro manotazo casual de algún nadador violento. Casi 1.500 metros de agua. Casi 14 minutos. Tambaleando llegué hasta la bici. Mientras me ponía el casco, el camel, los guantes, las zapatillas, me iba recuperando. Salí al trote del parque cerrado. Las pecheras azules habían cumplido su objetivo. Ahora era el turno de las verdes. Vamos. Vamos. Todas a pedalear.

Las neuronas azules, fundidas, se tiraban a la deriva en busca de aire dejando lugar a las verdes. Seguramente faltó organización en esta transición porque cuando quise saltar al asiento con la ligereza que acostumbran a hacerlo los que saben, me fui de trompa al piso. Un papelón. Sin ningún gesto de dolor que demuestre el dolor que llevaba logré subirme a pedalear. Cruzamos el puente y nos metimos a la barda. La bienvenida era un arenal imposible. Luego seguía una trepada. Ni en moto la hubiese subido. Otra vez caminando con la bici a remolque. Llegué arriba por fin. Les bajé el reproche a las neuronas alborotadas que no sabían si correr, pedalear o que cosa. Nos organizamos un poco y salimos al canto de "en mi mente tengo una idea, es pedalear todo lo que pueda" !!!

La vuelta siguió. Con algunos tramos rápidos, y otros muy rápidos. Bordeamos el valle de la luna. Bajamos por el filo. Alucinante. Algunas neuronas iban muriendo en el intento, y el mensaje del cerebro a las piernas llegaba con retraso. Entramos a la segunda y última vuelta por el mismo circuito. Otra vez por el arenal. Otra vez con la bici al lado. Ya no quería pedalear mas. A una velocidad medianamente lenta volví a pasar por la luna y el filo. El cerebro ya no enviaba mensajes. Las piernas estaban huérfanas. "Paso por la izquierda" me gritaban los que venían atrás. Cual será la izquierda. Basta de barda. Volvimos a cruzar el puente y nos fuimos en busca del kayac. Ojalá no esté.

Todas las pecheras amarillas al kayac. Rápido. Rápido. Me comí una banana. Dicen que es buena para los calambres. Remen, ... remen, ... remen, ... remen ... Remontamos el río por donde habíamos nadado. El bracito angosto se puso mañoso, había que estar muy concentrado para no ir haciendo zig zag. El remo no era mi fuerte, y menos la concentración. Dos por tres se me retobaba la embarcación y daba de punta contra la orilla. Al grito de Oooooooo los espectadores me daban una mano para volverme al agua. Qué difícil era manejar por ahí. Y mas difícil todavía sin hidráulica. Los muchos aplausos eran chocolate caliente para el alma. Terminé el bracito. El río grande se relamía. Cruzamos de lado a lado. Pasamos por abajo del puente. Sorteamos una bolla. Otra vez de lado a lado, pero en contra. Otra vez el brasito. Remen, ... remen, ... remen ... En esta vuelta había menos gente. Ya se habían ido todos. Solo quedaban los familiares. Pero los aplausos no faltaron. Completamos por última vez el bracito mañoso y nos fuimos río abajo. Cerca de 5 km remando a favor. Un alivio. Las neuronas amarillas venían regaladas ... Remen, ... remen, ... remen que ya estamos.

Entre 4 agarraron el kayac mientras yo intentaba bajar. Nos reímos entre los 5 porque no había manera de salir. Lo dieron vuelta y lo sacudieron un poco hasta que caí redondo. Una vez abajo, trote hasta el parque cerrado. Me puse las de correr. Invite a las pecheras rojas a tomar su lugar, y salimos a completar los último 9 kilómetros de pedestrismo. Algunas pecheras amarillas estaban anímicamente enteras. Las invité a dar una mano. Aceptaron con gusto y salimos como piña. A muy buen ritmo gané el asfalto y me fui para el centro. En cada puesto de agua me hice un festín. El aliento de amigos y familiares no me dejaban bajar el ritmo. Entré a Gral Roca con el pecho inflado. Ya estamos. Ahora ayudaban las azules. Las verdes también. Los aplausos eran cada vez mas ruidosos. 200 metros. 100. Ju juaja, ju juaja ... 3 horas, 47 minutos. Casi nada. El pecho explotaba ... Qué sentimiento maravilloso !!!

Cada una de las competencias es una experiencia imborrable. En un rincón de mi mente guardo infinidades de recuerdos hermosos. Cada previa. Cada largada. Cada "carrera". Cada llegada. Cada una tiene algo especial. Pero el Tetra de la Manzana tiene algo mas. La exigencia. La exigencia que demanda cumplir cada uno de los objetivos, hace que la meta sea mas preciada. Mientras estas nadando pensas en la bici. Mientras pedaleas pensas en el kayac. Recién con la mitad del pedestrismo completo podes pensar en la meta. Por eso cruzar el arco de llegada, causa una inolvidable sobredosis de satisfacción. Sepan disculpar mi incapacidad para redondear este relato. No logro encontrar las palabras justas para describirles los sentimientos que me asaltaron cuando al fin tuve la medalla al cuello, juntita al corazón.