Empapado en sudor, con un tranco concentrado y parejo se lo ve pasar por la avenida Argentina en busca de la meta. Mas tarde se cuenta unos chistes al lado de desconocidos. Y finalmente termina en el escenario practicando bayly junto a Bon Giovanni. Ese es el clásico Ricardito que descubrimos, en medio de la tormenta de una largada, hace cinco años atrás. Con un corazón tan grande como el de Williams Wallace, con mas recuerdos que canas y mas alegrías que arrugas, encara cada carrera tan apasionadamente como cualquiera de nosotros encararíamos a Evangelina Anderson. No hay lluvia, tormenta ni centellas que lo hagan recular. Sentarse a la orilla de una prueba atlética y no verlo pasar con su tranco concentrado y parejo, es como ir a ver a River al monumental y encontrar al burrito, y sus gambetas, sentado en el banco de suplentes.
El Richard no falta a una cita. Con sus cincuenta y tantos encima, siempre está listo para volver a desplegar las alas. Si buscan al Viejo Matias vayan al anden, es el de uniforme gris. Si quieren ver a Ricardito búsquenlo en las gateras, ahí estará con su pantalón cortito y su bolsita de los recuerdos esperando que el reloj le de permiso para volar.
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